Mi a dicsőség?… tündöklő szivárvány,
A napnak könnyekben megtört sugára.
Petőfi
que la muerte pierda su asquerosa puntualidad
que cuando el corazón se salga del pecho
pueda encontrar el camino de regreso
que la muerte pierda su asquerosa
y brutal puntualidad
pero si llega puntual no nos agarre
muertos de vergüenza
que el aire vuelva a ser respirable y de todos
y que vos muchachita sigas alegre y dolorida
poniendo en tus ojos el alma
y tu mano en mi mano
y nada más
porque el cielo ya está de nuevo torvo
y sin estrellas
con helicóptero y sin dios
Benedetti
Música: Paulina de Petris
Fue una casualidad. O el destino. Un encuentro que tenía que suceder, porque saliendo de la ciudad se las puede ver. Las salinas están por todas partes. Los zigzagueantes cursos de agua, las casas en ruinas, viéndolos a través de la ventanilla del tren, me fascinaron desde el primer instante. El paisaje me sedujo enseguida.
Los arroyos secos serpentean por el horizonte infinito. En los sinuosos y agrietados cursos de agua se siente la soledad intemporal. El paisaje interior personal y el paisaje exterior, la marisma, se han encontrado. Paso a paso.
Un paseo exterior es un paseo interior. El paisaje refleja mis pensamientos, el paisaje despierta mis pensamientos. Me pierdo en la infinidad atemporal. En este abandono donde uno puede sentir verdaderamente la libertad de un hombre que no tiene hogar en ninguna parte. Sin raíces, desapareciendo como el paisaje.
La desidia de las salinas libera el alma. El viento se lleva las preocupaciones, sustituyéndolas por la paz. Una paz cautivadora. Las cargas del pasado se pierden en la marisma, uno se olvida de sí mismo, olvida quién es. En el vacío el alma encuentra su refugio. Lo que fue, desaparece lentamente, se transforma como el paisaje. El futuro de las salinas, como el del alma, es incierto. ¿Se renovará, la mar se lo tragará?