San Antón

 

Süvölt a zivatar
A felhős ég alatt,
A tél iker fia,
Eső és hó szakad.

Kietlen pusztaság
Ez, amelyben lakunk;
Nincs egy bokor se’, hol
Meghúzhatnók magunk.

Itt kívül a hideg,
Az éhség ott belül,
E kettős üldözőnk
Kinoz kegyetlenül;

S amott a harmadik:
A töltött fegyverek.
A fehér hóra le
Piros vérünk csepeg.

Fázunk és éhezünk
S átlőve oldalunk,
Részünk minden nyomor…
De szabadok vagyunk!

Petőfi

El Gato y la Luna

Fígaro era un gato de pelaje muy blanco, ojos negros y grandes bigotes. Mientras los demás felinos perseguían a los ratones o jugueteaban sobre los tejados, él prefería contemplar la luna. Pasaba largas horas anonadado, viendo cómo su reflejo plateado bañaba todo el pueblo.
-“Te vas a quedar tonto de tanto mirarla”, – le decían los otros gatos que no entendían su interés.
Pero a Fígaro esto no le importaba. Aquella vida rutinaria de salir a cazar ratones lo aburría. Aquella misteriosa y distante luna redonda lo hacía soñar. Soñaba con alcanzarla, con abrazarla y con entender qué magia le permitía transformarse de manera tan increíble.
Solo su amiga Calipso se preocupaba por él y trataba de que se olvidara de aquella obsesión. Fígaro que disfrutaba hablando con ella le decía: -“¿No ves lo hermosa que es? Hoy está más brillante y grande que nunca, pero también más lejos. ¿Podremos algún día llegar hasta donde está?”
Un buen día los gatos dejaron de hacerle caso e incluso Calipso se cansó de escucharlo suspirar. Hasta que Fígaro desapareció de aquel pueblo y nadie fue capaz de encontrarle.
-“Se ha ido a perseguir sus sueños. ¿Habrá alcanzado la luna?” – Se preguntaba Calipso nostálgica.
Lo cierto es que en las noches de luna llena, si la miras con detenimiento, entre algunas de sus manchas oscuras se distinguen unos bigotes alargados. Y hay quienes dicen que incluso han visto una forma de gato. Pero no todos lo pueden ver, solo aquellos que tienen alma de soñadores.

Elfutnak az évek

nem volnék-e bolond, kin már a bürök se segíthet,
hogyha az írásnál nem vélném jobbnak az alvást?
Futnak az esztendők, apránként fosztva ki minket.
Elvittek tréfát, játékot, nőt, lakomákat,
s már meg a dalt vennék el tőlem… Mit tehetek, mondd?
Jönnek az esztendők, sok szépet hozva magukkal,
s elmenvén mindent elvisznek.

Horatius -Bede

A sárkány éve

Un árbol nos recuerda que para crecer hacia lo alto,
hacia lo espiritual, lo abstracto, es necesario estar bien arraigado en la tierra,
en lo concreto, en la materia.
Es al igual que el ser humano, un ser que une cielo y tierra.
Es el portador del fruto acabado, y al mismo tiempo,
está en pleno proceso de desarrollo.
Nosotros, como seres humanos,
somos la máxima expresión de la creación y al mismo tiempo
estamos aún en proceso de crecimiento.

Nietzsche

La escultura moderna

 

Úgy! szebb a mű, ha büszke
Formából kél elő,
És küzdve:
Vers, márvány, drágakő!

Ne kösd a lépted gúzsba,
De szigorún vezesd,
Oh, Múzsa:
Kothurnust ölts, feszest!

Fúj! ütemek lapossa!
Mint nagy papucs lötyög,
Tapossa
Száz kényelmes bütyök!

Oh, szobrász! kezed újja
A sárt, mely lomha, lágy,
Ne gyúrja,
Ha szebbre leng a vágy!

Zord márványt kalapácsozz!
Minőt Carrára fejt,
Vagy Párosz:
Szűz kontúrt méhe rejt!

Vagy büszke vágyad vonzza
Syracusa becses
Ó bronza:
Kevély rajzu s kecses!

Vagy finom gondu kézzel
Vésvén agát szivét,
Igézd fel
Apollo arc-ivét!

Tóth Árpád

La noche de lobos

La helada persistía. Muchas veces los lobos se echaban juntos, en silencio y pensativos, calentándose uno contra el otro, y escuchaban acongojados el vacío mortal que los rodeaba, hasta que uno, martirizado por los maltratos espantosos del hambre, pegaba de pronto un salto con un alarido terrorífico. Entonces todos los demás dirigían sus hocicos hacia él, temblaban, y rompían al unísono en un aullido terrible, amenazador y quejumbroso.

Hesse

Hola

Tanto la quería
Que tardé en aprender a olvidarla,
Diecinueve días y quinientas noches
Dijo hola y adiós
Y el portazo, sonó como un signo de interrogación
Sospecho que así
Se vengaba,a través del olvido
Cupido de mí
No, no pido perdón (no pido perdón)

J. Sabina

 

Szomorúság tengere

 

Palpita un mar de acero de olas grises
dentro los toscos murallones roidos
del puerto viejo. Sopla el viento norte
y riza el mar. El triste mar arrulla
una ilusión amarga con sus olas grises.
El viento norte riza el mar, y el mar azota
el murallón del puerto.
Cierra la tarde el horizonte
anubarrado. Sobre el mar de acero
hay un cielo de plomo.

Antonio Machado